La Iglesia y el convento del Carmine de Florencia son muy antiguos y su fundación se sitúa poco después de la mitad del siglo XIII. En la Iglesia se encuentra la Capilla Brancacci, cuya decoración fue comisionada por la familia Brancacci a finales del siglo XIV a Masolino y Masaccio. En la realización de las Historias de San Pedro, santo al que en origen estaba dedicada la capilla, trabajaron juntos los dos maestros pero, a causa de la marcha del primero a Hungría y del segundo a Roma, en 1427 los frescos quedaron incompletos. Tras el exilio de Brancacci (1436), caído en desgracia por sus simpatías anti-mediceas, los frailes del convento hicieron borrar los retratos de todos los personajes vinculados a su familia y fue solamente en los años 1481-1483 cuando Filippino Lippi restauró y completó las escenas faltantes. Las pinturas sufrieron el riesgo de perderse muchas veces. Los frescos, descuidados durante todo el siglo XIX, fueron sometidos a despolvoreo en 1904; la restauración efectuada entre 1981-1989 permitió finalmente recuperar su límpida y brillante tonalidad.

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